"y le dijo el eterno a Abraham: para tu simiente he dado esta tierra, desde el rio grande de Egipto hasta el gran río, el río Eufrates... y haré de ti un pueblo grande y te bendeciré y engrandeceré tu nombre y serás una bendición"
Fue así como el patriarca Abraham se asentó en tierras de Israel, respetando su pacto con Dios, instituyendo una histórica genealogía que ya tiene 5.758 años.
Los judíos, conocidos como el Pueblo del Libro, por ser éste el eslabón que los mantuvo unidos, no importa en qué lugar del mundo se encontraran, han transitado con la misma integridad y entereza por glorias y vicisitudes, soportando persecuciones y exilios sin descuidar sus valores espirituales. Fueron esclavos en Egipto, de donde Dios los liberó para llevados nuevamente a la Tierra Prometida de la mano de Moisés, a quien entregó las Tablas de la Ley, el código moral que, aún hoy en día, rige, no sólo al pueblo judío, sino a casi toda la Humanidad.
Siguieron tiempos venturosos en la Tierra Prometida en la que, hace ya más de 3.000 años, el Rey David proclamó a Jerusalén capital de la nación, y su hijo, Salomón, la glorificó ornándola con espléndidas construcciones, incluyendo el Templo que albergó el Arca Sagrada y del cual hoy sólo queda el Muro Occidental, llamado anteriormente Muro de los Lamentos, hasta que se recuperó la soberanía nacional.
El año 587 A.C. marca una fecha aciaga para el pueblo judío: la de su destierro a Babilonia, ordenado por Nabucodonosor II. Allí vivieron un amargo exilio hasta que la gestión de Ciro, el rey bondadoso, hizo posible su retorno a Sión.
Se alternaron luego de tiempos de paz y tiempos de guerras, siendo Israel invadido primero por los griegos y luego por los romanos, cuyo emperador Tito, ocupó Jerusalén, incendió el Templo y expulsó a los judíos que no habían perecido en defensa del mismo. Comienza así, en el año 70 de esta era, la Diáspora que los diseminó por todo el planeta, pero llevando siempre consigo, como patria a cuestas, los libros sagrados.
Durante 2.000 años, en que los períodos de relativa calma alternaban con otros de rechazo, reclusión, persecuciones y masacres, erraron los judíos por el mundo, pero sin olvidarse jamás de sus nexos con la tierra de sus ancestros, siempre con ansias de retornar, hasta que en tiempos recientes, hace algo más de 100 años, Teodoro Herzl, incansable promotor del re-establecimiento del Estado Judío, asumió la responsabilidad de no darse tregua hasta lograr su objetivo: "Si lo queréis no será una leyenda", sentenció en uno de sus discursos y, si bien, al igual que Moisés, el tampoco logró presenciar el retorno a la Tierra Prometida, sus denodados esfuerzos se vieron coronados por el éxito aún cuando antes debieron enfrentar nuevos sufrimientos, incluyendo la más sangrientas de las pruebas en el exilio: el Holocausto que consumió seis millones de vida por el sólo hecho de ser judíos. Fue precisamente en esa época, en el año 1938, cuando el pueblo venezolano, haciendo gala de su proverbial nobleza dio generoso albergue a 89 pasajeros judíos del buque "Konigstein", que buscaban refugio por haber sido desplazados de su patria, Austria, a raíz de la invasión nazi. Después de haber sido rechazados por varios países, y ya a punto de regresar a Hamburgo y a una segura deportación, encontraron cálida acogida en Venezuela, bajo el gobierno de Eleazar López Contreras, al habilitarse, por instrucciones del doctor J.M. Aza Sánchez, la finca Mampote, de su propiedad, donde se dio albergue y trabajo agrícola a los refugiados "por todo el tiempo que fuere necesario para adaptarse al país, y mientras encontrasen acomodo en otras actividades". Un gesto similar se repitió en 1939, cuando los 90 refugiados judíos del buque "Caribia", anclado en Puerto Cabello, recibieron espontánea y gentil asistencia del pueblo carabobeño.
Pero ni los guetos ni la Inquisición, ni los pogroms, ni tan siquiera la Solución Final instituida por el régimen nazi, lograron aniquilar a este pueblo cuya Esperanza (su himno nacional se llama así), fue siempre la de volver a Sión. Cada año festivo, cada conmemoración, cada evento familiar, finalizaba siempre con la frase "el año próximo en Jerusalén".
Y "el año próximo" fue 1948. Ya el 29 de noviembre de 1947, las Naciones Unidas habían aprobado la partición de Palestina para establecer un estado judío y uno árabe, este último no aceptado por el mundo islámico. Treinta y tres países, con Venezuela entre los primeros, votaron a favor de la creación del Estado de Israel, cuya declaración de independencia leyó David Ben Gurión el 14 de mayo de 1948. Pero apenas terminó de leer el documento, debió convocar a una reunión de emergencia con los nuevos altos mandos del ejército para prepararse ante la inminente invasión por parte de todos los países que rodeaban al recién nacido estado, al cual hubo que defender con todas las fuerzas. Sin embargo, la historia ya estaba escrita: Israel existía, y lo que había sido un sueño se había convertido en realidad, sólo que el sueño había que imaginarlo únicamente, mientras que la realidad había que vivirla. Todo estaba por hacer, defender las tierras, secar pantanos, sembrar la tierra, construir viviendas, edificar universidades, (la de Jerusalén ya existía desde antes de la creación del Estado) enseñar, aprender. Era necesario luchar, trabajar, crear, empeñándose en sobrevivir ante constantes amenazas de destrucción por parte de todos sus vecinos hasta 1967, cuando los países árabes anunciaron que se estaban preparando para una guerra santa a fin de expulsar los judíos al mar, mientras las Naciones Unidas ordenaban el retiro de los Cascos Azules que patrullaban la zona. Al quedarse Israel sólo para cubrir todos los frentes, luego de una cruenta guerra, avanzó en territorio enemigo para mantener fronteras seguras. Hoy en día se están negociando los mencionados territorios con el fin de llegar a una paz definitiva en la convulsionada región.
Pero, a pesar de todos los tropiezos a lo largo de estos 50 años, Israel no cejó jamás en su empeño de forjar una nación grande y fuerte y fue así como se construyó este país hecho a mano centímetro a centímetro, piedra a piedra, con tesón, con empeño, con constancia y con amor, por hombres y mujeres que se negaron a darse por vencidos, logrando hacer de un desierto un jardín.
Los judíos Israelíes provenientes de 70 países de todo el mundo se caracterizan por ser un mosaico social con un compromiso tradicional y religioso, destacándose su creatividad cultural y artística que le otorgan una dinámica atmósfera a su permanente evolución. Se puede encontrar por los estrechos caminos de Jerusalén, la Sinagoga, la Iglesia y la Mezquita, uniéndose a través de sus amplios ventanales. A judíos, islámicos, cristianos y drusos atravesando las calles sagradas con sus típicas vestimentas que dan un colorido sin igual al paisaje jerosolimitano. Y de ese modo, esa pequeña tierra de Israel, se convierte en tierra de todos paseando las casas de piedra de un largo pasado histórico para entrar en un vigoroso presente que ilumina un futuro esperanza dar de paz y armonía.
Estos sellos postales constituyen un fiel recorrido por la historia del pueblo judío, entrelazando pasado y presente, siempre fuertemente fusionados, comenzando por la Menorah, el Candelabro de los Siete brazos que ha proyectado su luz desde tiempos del Tabernáculo hasta formar parte del escudo de Israel; siguiendo con las Tablas de la ley, que Dios entregara a Moisés, y que constituyen la base de la religión y la moral judías. La figura de Teodoro Herzl, el moderno emancipador, alternando con David, el rey que hizo descollar a su pueblo. Sigue el Shofar, el cuerno por el cual se convoca al pueblo y use proclama el jubileo del año nuevo y la libertad en toda la tierra" (Levítico 25: 9-10). La Torah, fuente de sabiduría de la que siempre ha bebido el pueblo judío. El Muro de los lamentos, testigo de miles de años de historia, donde, con inquebrantable fe, se eleva una oración por la igualdad y justicia entre los seres humanos. David Ben Gurión, quien desde las inhóspitas tierras de la Unión Soviética llegó a la Tierra Prometida para concretar el ideal del Tercer Estado de Israel. La Kneset, el Parlamento del Estado de Israel. Y, para culminar, el Museo del Libro, santuario del saber.
El Instituto Postal Telegráfico de Venezuela, IPOSTEL, con la presente emisión de sellos postales conmemorativos de los 50 años de la creación del Estado de Israel, desea testimoniar al pueblo judío, y muy especialmente a los integrantes de la comunidad israelita de Venezuela, un sentido reconocimiento a su tesonero empeño en la forja de un país en libertad y formula los más cálidos votos para que con la paz y el desarrollo sostenido puedan alcanzar la felicidad deseada para todos sus ciudadanos.
Día de circulación: | 15 de Septiembre de 1998 |
Valor estampillas: | Bs. 140, 200, 350 |
Cantidad: | 100.000 de Bs. 140; 200.000 de Bs. 200; 200.000 de Bs. 350 |
Tipo de papel: | Estucado, engomado y tropicalizado |
Tamaño: | 32 x 38mm |
Sistema de impresión: | Offset |
Presentación: | 10 estampillas por hoja |
Ilustración: | Cristina Müller |
Diagramación: | Juan Carlos Fernández |
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